No sé si a ti te pasa que a veces te sientes incomoda. Me refiero a cuando tu cuerpo reacciona visceralmente ante alguna situación.
Es una señal corporal que estoy observando mucho últimamente porque me está enseñando mucho de mi. En mi caso siento, de repente, un vacío en el pecho, miedo; mi mente empieza a querer ‘solucionar’ a toda costa esa situación para aliviar el malestar físico, muchas veces sin escuchar y atender lo que me está pasando y mis necesidades.
Mi tendencia natural es a huir de los conflictos. A callar y desaparecer. Porque ante ellos tengo tendencia a hacerme pequeña, miedo a dejar de ser aceptada por mostrar lo que pienso realmente y quien yo soy, con mis coherencias y mis contradicciones.
Hay gente que tiene tendencia a ponerse por encima… y nos buscamos y nos encontramos para repetir patrones que llevamos incorporados desde peques. Sin darnos cuenta que las relaciones que no son de igual a igual nos enseñan mucho de nosotros pero más allá de este autoaprendizaje no nos permiten construir relaciones saludables.
Soy coherente con mis momentos y mis procesos y me contradigo en medio de la transformación. Con esto quiero decir que mientras me construyo, aprendo y desaprendo puede que cambie de opinión o que decida hacer las cosas de manera diferente a cómo las había hecho hasta entonces.
Lo cual sé que parece muy normal explicado así y que lo hacemos todos, pero me he dado cuenta que tendemos a esperar siempre lo mismo de los demás o lo que a nosotros nos parece que tienen que hacer; y cuando no es así, además de sorprendernos, a veces nos enfadamos. Porque nuestras expectativas y aparente paz se ven alteradas.
Y últimamente he roto muchos esquemas. Y he visto gente/amigos/conocidos esforzarse por entender sin preguntar, haciendo sus hipótesis, en lugar de aceptar y abrazar lo que es. Y cuantas veces lo habré hecho yo.
Y en esto les/me entiendo. Porque lo que remueve incomoda. Es incomodo enfrentar tus miedos, exponerte, poner límites, decir que no. A veces da miedo revisarnos, mirar de frente nuestra sombra.
Que alguien te haga espejo de todo aquello que no tienes bien colocado asusta y la primera reacción es huir, rechazar, apartar, criticar, atacar… ReAccionar.
Porque nos han educado siempre mirando para fuera y buscando la aprobación y la validación externa.
Y ahora, ya adultos y con más conciencia, toca responsabilizarnos de lo que sea que haya y pase por nuestro interior, muchas veces con falta de herramientas para enfrentar esos grandes miedos que tocan una parte muy reptiliana/primitiva nuestra, la de la supervivencia.
Creo que era Will Smith en una entrevista que vi hace poco que decía que lo mejor está detrás de tus miedos. Cuando te enfrentas a ellos y haces lo que tengas que hacer a pesar de ellos.
Porque eso te empodera.
¡Y recuperar el poder personal que muchas veces le damos a los demás sienta muy bien!
Y con todo esto y contando los días para que Saturno se mueva de dónde está y otros planetas varios se desalinien y todo sea un poquitín más fácil por aquí, seguiré aceptando y abrazando lo que Es, intentando aprender de cada proceso que estoy viviendo y poniendo mucha conciencia en soltar todo lo que no es mío y responsabilizarme de lo que si. Abrazando también la incomodidad.
Que como dice una de las canciones que canto a todo pulmón últimamente:
Cuando dejo de pensar en todo lo que pensarías, es cuando mi miedo me deja ser libre.
Oques Grasses (la canción original es en catalán).
Te/Me abrazo!